Ablación
- Cori de Veer Bermúdez
- 3 nov 2024
- 2 Min. de lectura
Hace varios años, decidí participar en un concurso de arte con mi obra "Ablación". La obra fue rechazada, y un amigo del jurado me reveló que uno de los miembros se opuso a su inclusión, argumentando que los artistas venezolanos debían abordar problemas exclusivamente nacionales. Para él, el hecho de que en Venezuela no exista la ablación femenina descalificaba mi trabajo. Este incidente me dejó reflexionando sobre la naturaleza de la empatía y la responsabilidad social.
Me pregunto: ¿no somos todos, independientemente de nuestra nacionalidad, parte de una misma humanidad? La ablación, que afecta a más de 200 millones de mujeres en el mundo, no es solo un problema local; es una crisis global que debería preocuparnos a todos. La filósofa Martha Nussbaum plantea que la empatía es fundamental para la justicia: “La verdadera justicia requiere que nos preocupemos por las vidas de los otros, no solo por las nuestras”.
Mi obra "Ablación" consiste en 15 piezas de cerámica, que simbolizan los 15 minutos que dura este ritual brutal. Las piezas, sin esmaltar, representan la virginidad e inocencia de las mujeres afectadas. Catorce de ellas están fragmentadas, mientras que una permanece intacta, reflejando la lucha entre la destrucción y la resistencia. La mutilación genital femenina, que se practica en más de 30 países, es una violación de derechos humanos que deja secuelas físicas y psicológicas devastadoras. Según la Organización Mundial de la Salud, estas prácticas pueden resultar en infecciones, complicaciones a largo plazo e incluso la muerte.

A pesar de la distancia cultural y geográfica que me separa de las mujeres que sufren esta mutilación, siento una conexión profunda. La escritora Chimamanda Ngozi Adichie dice que “la historia de cualquier mujer es la historia de todas las mujeres”. Esta afirmación me hace eco, pues la lucha contra la ablación no es solo una cuestión de justicia para unas pocas, sino un llamado a la acción colectiva.
Es nuestro deber alzar la voz, crear conciencia y fomentar el diálogo. La abolición de la mutilación genital femenina requiere un esfuerzo conjunto, donde la empatía y la solidaridad trasciendan fronteras. La historia de cada mujer mutilada es un recordatorio de que debemos unirnos en la lucha contra la injusticia, sin importar de dónde venimos. La verdadera fuerza radica en reconocer que, como mujeres, compartimos una esencia común que nos impulsa a defendernos mutuamente.
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